ISSN: 0718-5278 Configuración general: |
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» Editorial » Escrito 1 » Artículos 28. Marcelo Danza y Miguel Fascioli 36. Luis Huerta 46. Pierre Lavigne 54. Mauricio Pezo 62. Mauricio Ramírez 68. Pedro Serrano 80. David Vera-Meiggs 88. Mark Wigley » Escrito 2 111. Instrucciones a los Autores |
Editorial
La Historia del Museo, obra que Rainer Krause presentara en la II Bienal de Arte Joven celebrada en el Museo Nacional de Bellas Artes en el verano de 1999, consistía en la remoción de pintura de la pared del museo hasta llegar al estuco, dejando a la vista, en forma de franjas verticales, las distintas capas de color que habían cubierto el muro con anterioridad. Reparar en aquellas capas de color dispuestas sobre capas precedentes de color y asociarlas al tiempo transcurrido entre la disposición de una y otra, lleva con facilidad a una analogía aplicable a un sinnúmero de situaciones cotidianas. Sin embargo, como se sabe en los ámbitos de la enseñanza, cuando la analogía no es precisa confunde o distrae más de lo que orienta o inspira. La descripción de la obra de Krause puede entenderse, entre las otras tantas lecturas que sugiere, como la construcción de una mirada informada que atisba el presente sin ignorar el pasado o, mejor, como una mirada que identifica al presente inserto en una tradición. Pero, justamente para evitar la relación analógica fácil e imprecisa, conviene llamar la atención sobre las motivaciones predecibles que llevaron a pintar y las impredecibles que llevaron a elegir tal o cual color, aunque nada mas se trate de “medios comunes y corrientes para un fin común y corriente en la prosecución del cual hasta un hombre de talento se pone al nivel de sus semejantes”, como dice Enrique Lihn en Huacho y Pochocha un relato que habla de una pintura, un pintor y un motivo, y cuya referencia permite no empantanarse en un tema que interesa pero del que felizmente son otros los que escriben. Así, a la hora de ocuparse de la enseñanza, eso del color sobre color lleva a entender el el Aprendizaje Basado en Problemas, a la Educación por Competencias o a la Enseñanza por Valores, como algunas de las tantas capas que se han dispuesto sobre otras capas y que, sin duda, han de quedar cubiertas por las capas que otros tantos aplicarán prontamente. Persiste sin embargo la fascinación por el lugar en que habrá de habitar la diferencia entre aquello que se enseña y aquello que se aprende, y que bien se la puede imaginar recostada en los rincones fríos de un museo, esos rincones en los que jamás se ha de colgar una pintura pero que parecen sostener esa pared. |