ISSN: 0718-5278
TALCA, CHILE
Configuración general:
Andrés Maragaño Leveque
Fotografía:
GEOTEC, SAF 1997, Talca
Edición de textos:
Mario Verdugo Arellano
Diseño:
Alicia Barragán Martínez
Impresión:
Salesianos Impresores
|
Índice
|
Editorial
Quizás, existan lugares significativos donde hay que volver o porque se transforman ellos o porque cambiamos nosotros. En todos los casos, su revisión, su re-lectura parece sujeta a entender, justamente esa trasformación.
El crítico y escritor, Colin Westerbeck y el fotógrafo Joel Meyerowitz, publican en 1994 un sugestivo registro: Bystander: A History of Street Photography. Este, al tratarse de un libro que recoge parte de la historia de la fotografía, digamos callejera, contiene una serie cronológica de casi un siglo, donde cientos de impresiones congeladas examinan algo más que la calle como su marco de referencia, y esto es de forma esencial, la expresión pública de nuestras ciudades.
Cada fotógrafo de aquel registro, retrata un mundo de gestos y movimientos, que desde esa rectangular mirada, sin más, acopian en un centenar de páginas, un vestigio de la realidad; la enfocada expresión de un mundo colectivo y diverso, el cual, en su esmerada cotidianeidad, ilumina la expresión más implícita de este espacio secular: siempre cambiante, raro, desafiante, desigual y complejo, maduro e infantil, tan negro como blanco, el cual habita evanescente, entre edificios.
Y aunque la serie de fotografías resulte fuertemente sugestiva, quisiéramos reparar esta vez simplemente en el nombre del libro y disimulando los problemas que presenta una traducción, repararemos en lo literal: Bystander:1 el observador, el transeúnte, el testigo. Dicha literalidad, nos presenta algunas consideraciones, pues si lo que hoy importa es justamente referirse a ese mundo público, importará también, la forma en que lo distinguimos.
Sugerir entonces un transeúnte, un testigo, el cual como figura individual resulta sinuosamente algo opaca, en ese mismo instante, este, inaugura la otredad. Dicha otredad desplegada y ampliada, constituye como definición; un espacio político, un lugar de integración parcial, un medio social abierto donde existe una interacción entre desconocidos. Pero claro, debemos sugerir, que este observador o testigo, distintivo, siempre quedará sujeto a que visualice solo un fragmento del complejo conjunto que compone este mundo público.
Ahora bien, volviendo al registro de imágenes detenidas, no podemos dejar de reparar en que cada imagen, de esos testimonios de la sociedad, que la retratan y finalmente la solidifican, convirtiéndose en un registro, es decir, en un espacio de conocimiento, quizás al igual que todo libro, en esencia, tengan una autoría colectiva.
Dichas cuestiones nos descifran algunos caminos, pues al intentar recuperar ideas sobre lo público, a sido necesario recoger miradas desde diversos lugares: desde el aire como desde la calle, desde la poética hasta la racionalidad de la investigación, desde el relato hasta el manifiesto y finalmente, rendirse a la idea de que los distintos tipos de miradas, los cuales son una forma de conocimiento distintivo, aseguran la idea de una construcción diversa y colectiva, también.
Quizás, todo lo anterior, hoy se vuele importante, porque en nuestros días, existe una renovada, quizá nunca vista, confianza en la individualidad y su trascendencia, y por el contrario, un temor insoportable a lo colectivo, y como señala Susan Sontag, en su escrito, El mundo de la imagen: “Hoy consientes de un mundo, que no es “uno” porque esté unificado, sino porque una hojeada a sus distintos contenidos, no revela conflicto, sino… una diversidad aún más pasmosa”
Andrés Maragaño Leveque
|